Discutiendo en familia, con amigos y personas diversas, he caído en la cuenta que hay forma de hacer razonables los puntos de vista por más confrontados que puedan estar ellos. El asunto esta en cómo consideramos que cada quien puede tener una “verdad” que le aguarda, más allá de consideraciones argumentativas y que muchas veces se mueve por posturas emotivas y de búsqueda de seguridades.
A propósito del proceso electoral peruano, veo que hay quienes defienden posiciones sin importar las razones que puedan sustentar éstas. Allí se sitúan los casos más difíciles de tratar, porque normalmente no dejan lugar a un diálogo de posiciones, sino que manda quien se impone de cualquier manera, también echando mano a argumentos pero sin importar bien lo que pueda considerarse como tales.
Por ejemplo, hay quienes defienden su voto por Keiko Fujimori, porque es mujer y, simplemente, debe ser presidenta y es la mejor opción porque sí… Otros dirán, porque mantendrá el modelo económico… sin saber muy bien de sus capacidades técnicas ya que los seis ministros de economía del primer gobierno de los Fujimori están procesados por corrupción. Desde el lado político, habrá los que afirmen que ella garantizará la democracia… a pesar que durante el primer gobierno de los Fujimori se dio un autogolpe y se impuso la reelección continuada. No faltará la palabra de quien afirme que defenderá los derechos humanos, aún a pesar de que Alberto Fujimori esta preso justamente por violentar los mismos.
Por el lado de Ollanta Humala también puede haber incoherencias que suscitan dudas. Donde a pesar de la firma de compromisos públicos por la democracia y alcances más razonables y concretos sobre lo que haría de ser gobierno, no terminan de arrancar un sentido de mayor confianza en la ciudadanía. Hay un halo de incertidumbre que perturba todo lo que puede ser propuestas de cambio, a pesar que la mayor motivación en el voto de Humala tendría que ver con representar una propuesta o sentimiento de cambio para el país, especialmente para las regiones. De hecho, la campaña orquestada de la mayor parte de medios de comunicación contra su candidatura ha ido haciendo mella en su imagen, dibujándose muchas veces una caricatura de lo que verdaderamente se esperaría de una opción así.
Sin embargo, de la manera como se han ido pintando las cosas y la polarización política entre Ollanta – Keiko, es importante compartir y aceptar el hecho que hay y habrán sectores independientes que apoyen a una u otra candidatura, y es necesario que no se les meta en “un mismo saco”. No sólo por ser sectores que se mueven por motivaciones distintas a las que pudieron votar en primera vuelta por cada uno de los dos candidatos. Algo más elemental e importante es que sepamos reconocer en una democracia (como la que estamos tratando de construir en el país) pueden haber opciones muy variadas y disímiles. Pero una clave está en la capacidad de diálogo que pueden expresar y lo mejor será que no se caiga en una polarización fanática que nos reduce la posibilidad de éste y de un sentido argumental.
Es, por tanto, conveniente y necesario que sepamos (y ayudemos) a dar sustento razonable a cada opción de voto (de una u otra opción, porque así será menos posible perder los cauces deliberativos. Que no sea que yo voto por tal porque fulanito me dijo que… Voto por tal candidato porque me regaló una bolsa de arroz. Mi voto es por tal postura porque soy anti- o tengo terror a que salga tal persona electa…Peor aún, voto por tal porque me dan asco los cholos o los de ojos rasgados y de ambos hemos visto manifestaciones lamentables y contrarias.
Es real que hay sectores que preferirían no votar o hacerlo en blanco y viciado, antes que darle su voto a uno de los contendores. Y hay que partir del hecho de ser muy franca y honesta una postura así, como lo son también la de muchos (o la mayoría) que pueden haber optado ya por alguna de las opciones en juego. El desafío parece estar en quién es más convincente con los gestos que pone en práctica o las declaraciones que desarrolla. La imagen que se construye o las propuestas que pueden resumir mejor las expectativas de la población.
Reconociéndose que, en ambos casos, se es factor de incertidumbre y desconfianza. Que se requiere una cuota de humildad y sencillez que no sea prefabricada. Que se tiene la habilidad de plantear propuestas pero también la capacidad de escuchar la voz de la población y de generar compromisos que no linden con la demagogia, sino que sean elementos de sintonía efectiva, como lo ha sido “pensión 65” o la defensa del gas para el consumo interno (en el caso de Humala) o “mi primera chamba” o el ofrecimiento asistencial de víveres, ollas, etc. para la población más pobre (como en el caso de Fujimori). Más allá de que se esté de acuerdo o qué tanto con ellas.
En todo esto, desde mi opinión que también cuenta, lo vemos más capacitado a Humala para establecer una pauta de mayor credibilidad, con mayor “cabeza propia”, rodeado de gente intelectual de mucho nivel, con apoyos de personalidades como los Vargas Llosa y otros. Confrontado a una opción complicada, difícil y que siento nos reclama desde nuestra propia dignidad; es decir, frente a la experiencia del primer gobierno de los Fujimori, la cual se caracterizó por ser una gran mafia organizada y corrupta, la cual nunca se disolvió del todo y siguió actuando de distintos modos. Pero también es verdad que no fue solo eso y pudo, en dicho contexto, meterse a la cárcel a los principales cabecillas de los grupos armados Sendero Luminoso y MRTA; además, se generó un cauce de reforma económica que revirtió tendencias inflacionarias y de crecimiento significativas para el país, llegando a muchos sectores pobres (en forma clientelista, pero llegó a ellos).
Por eso, es importante mantener el respeto por la diferencia en lo político; guardar respeto a todos aquellos a quienes creen con sinceridad en una opción como la de Keiko Fujimori. Lo cual no quita mi rotunda preocupación sobre el pasivo enorme que arrastra la candidata, reflejado en exabruptos como el más reciente, del fujimorista Jorge Trelles, quien reclamaba como mérito para el primer gobierno del Fujimorismo el que hubiese matado menos personas que los gobiernos anteriores. Cuestiones que seguramente se irán ampliando conforme se sientan más seguros de ganar. Sin embargo, necesitamos menos Trelles y menos Marthas Chávez (ambos voceros del fujimorismo, puestos en salmuera para “curarse en salud”). Necesitamos más Carlos Iván Degregori o Valentines Paniagua, por mencionar dos personalidades que ya nos dejaron. Nuestro país requiere de mejores liderazgos y cada uno esta llamado a construirlos.
Guillermo Valera Moreno
Martes, 24 de mayo de 2011
Publicado en blog Horizontes
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