En lo que va del 2011, hemos visto sendas crisis nacionales pero solo algunas llaman la atención y la acción vengadora violenta de las democracias capitalistas poderosas. Líderes de Europa y USA a Gadafi a quien repentinamente descubren como tirano y enemigo de la humanidad, pese a que por décadas lo reconocieron como jefe de Estado legítimo e hicieron negocios con él.[1] Simultáneamente hay y/o hubo conflictos en otras partes del mundo con interna represión violenta, como en Costa de Marfil —cuyo presidente, quería quedarse en el poder pese a perder las elecciones—, que no merecieron atención semejante desde Occidente. ¿Será por qué el primer producto de exportación de Libia es el petróleo y el de Costa de Marfil solo el cacao?
Pensemos localmente. En las elecciones presidenciales 2011 en el Perú, por influencia de medios y gremios empresariales beneficiados del modelo liberal, uno de los temas que concentró más la atención pública y para muchos fue el principal criterio de votación fue “¿Quién alentará mejor la inversión privada?”. No tocar los contratos con las mineras, ni la Constitución, ni el TLC con USA, ni la legislación laboral, entre otros, eran prácticamente cadenas que democráticamente se imponían al nuevo gobierno. Una vez más un Estado quedaba secuestrado por los intereses de los “pocos” —muy beneficiados— que convencían a los “muchos” —poco beneficiados— que mantener el sistema era el bien de “todos”. La dictadura por un grupo o caudillo militar o partidarista puede ser tan trágica para los pobres como una democracia que, autoimponiéndose un liberalismo económico desregularizado, termina convirtiéndose en una dictadura de los capitales.[2]
La dictadura del libre mercado puede ser tan poderosa que la reciente gran crisis económica internacional ha mostrado que las democracias desarrolladas de Occidente —USA, Alemania, Francia, entre otras—, sus Estados y sociedades civiles, poco podían hacer contra el poder del capital. La sociedad civil de esos países en promedio no califica a sus gobiernos como “dictaduras” pero, aun si no los llama así, los contribuyentes, ciudadanos de a pie, pagan caramente las consecuencias de una crisis que ha beneficiados a pocos. Sin embargo, unos Estados, como Perú, compiten entre ellos para atraer capitales. Corren el riesgo de flexibilizar más el empleo, exigir menos impuestos, en fin, aceptar sin reservas los caprichos de los flujos de capital. Lo curioso es que hay un gran consenso entre academia, políticos y sociedad civil casi en todo el mundo de que la gran crisis actual se produjo precisamente por aceptar sin más el libre capital como motor de la sociedad.
En los últimos meses vemos que miles de ciudadanos en Madrid (España) y New York (USA), por citar dos ejemplos que los grandes medios de comunicación de masas han tenido que admitir (pese a que CNN no le conviene), han salido a la calle “indignados”. ¿Y nosotros?[3]. No hay que ser de una religión o grupo político particular. Basta sentir rabia y vergüenza contra las especulaciones financieras que, por ejemplo, provocaron el alza mundial de alimentos en los últimos años, lo cual es una de las razones por la cual una de cada seis personas está subalimentada en el globo.
[1] Mora, Miguel. El Tirano que compró a Occidente. El País, Madrid, 27/02/2011. Por supuesto, al citar Gadafi como ejemplo no quiero siquiera insinuar una defensa de su régimen que era a todas luces condenable.
[2] Cinco años atrás se caricaturizaba y oponía en un contexto similar el modelo de Hugo Chávez en Venezuela que favorece a los pobres a costa de darle el poder a un dictador versus el de Alvaro Uribe que democráticamente lograba el desarrollo en Colombia. En mi opinión, Venezuela no era un modelo democrático a emular, pero tampoco Colombia pues mucho del gobierno de Uribe se dictaba por el régimen Bush en Washington, que a su vez favorecía los intereses de una clase en USA. En tales circunstancias, ni USA ni Colombia ni Venezuela califican como democracias pues el poder real lo tiene un grupo selecto.
[3] tomalaplaza.net
[1] Mora, Miguel. El Tirano que compró a Occidente. El País, Madrid, 27/02/2011. Por supuesto, al citar Gadafi como ejemplo no quiero siquiera insinuar una defensa de su régimen que era a todas luces condenable.
[2] Cinco años atrás se caricaturizaba y oponía en un contexto similar el modelo de Hugo Chávez en Venezuela que favorece a los pobres a costa de darle el poder a un dictador versus el de Alvaro Uribe que democráticamente lograba el desarrollo en Colombia. En mi opinión, Venezuela no era un modelo democrático a emular, pero tampoco Colombia pues mucho del gobierno de Uribe se dictaba por el régimen Bush en Washington, que a su vez favorecía los intereses de una clase en USA. En tales circunstancias, ni USA ni Colombia ni Venezuela califican como democracias pues el poder real lo tiene un grupo selecto.
[3] tomalaplaza.net
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