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Lo primero que hay que reconocer es que la receta que consideraba al Estado como el necesario conductor de la economía ha fracasado, ya que la Caída del Muro mostró los niveles de corrupción a que tal alternativa conducía y que superaban con creces los del mundo capitalista.
Por otro lado, creo que es importante matizar, ya que en esa supuesta batalla entre Capitalismo y Socialismo o Comunismo se han realizado influencias mutuas de las que muchos no se han dado cuenta. El mundo capitalista que criticaba Marx no tiene nada que ver con el que vivimos y ha sido superado largamente. En esos tiempos la explotación de los trabajadores se parecía a la de los tiempos de la esclavitud. Se trabajaba horas interminables en condiciones inimaginables por salarios míseros y no había vacaciones, ni nada parecido, menos seguridad social o jubilación. Es hidalgo reconocer que muchas de sus mejoras se le deben al temido comunismo, que llevó a concesiones que quizá no se hubiesen dado si éste no hubiera existido, como el límite de ocho horas diarias de trabajo, las vacaciones anuales, la estabilidad laboral e incluso los derechos humanos. En pocas palabras, pienso que el capitalismo de nuestros días está teñido de socialismo, incluso la intervención del Estado –que tuvo un importante teórico en Keynes– no como conductor de la economía, pero sí como árbitro y regulador de varias actividades es hoy aceptada por la mayoría.
Miradas las cosas de esa manera, considero que podemos decir que ha habido una cierta simbiosis entre la tesis y la antítesis, como las llamaba Hegel, y no que una se ha impuesto sobre la otra, salvo que se extrapolen ciertos conceptos fundamentales de los dos extremos como son el estatismo –que no son patrimonio del comunismo, ya que también lo aplicaron el fascismo y el nazismo– y la libertad económica como la entienden los neoliberales economicistas, que todavía no se han dado cuenta que su ‘economicismo’ es profundamente marxista.
En los análisis históricos, sobre todo cuando se hacen a poca distancia de los hechos, suele simplificarse procesos que en el fondo son más complejos, como la relación entre los denominados mundos comunista y capitalista. Un ejemplo evidente en nuestros días es el caso de China que es un híbrido que muchos considerarían contradictorio, pero que en algunos aspectos está funcionando relativamente bien, aunque en otros muy mal.
Para terminar sin desacreditar los procesos ‘comunistas’ podríamos preguntarnos ¿qué hubiera pasado con China si no se hubiera dado la revolución maoísta? ¿Sería la potencia que es hoy día? ¿Algo parecido respecto de Rusia? Y claro, habrían respuestas diversas y todas serían especulaciones, como las de ¿qué hubiera pasado con Chile si no habría dado el golpe Pinochet o del Perú si Fujimori hubiese intentado hacer las cosas respetando la Constitución?
Es muy complicado lograr la distancia suficiente para analizar hechos relativamente recientes y que se verán con más claridad con el pasar de los años, pero estoy convencido que las descalificaciones que se hacen hoy de procesos como el ruso o el chino no tendrán ninguna validez en el futuro.
San Isidro, 15 de enero de 2014
* Abogado-MBA
Publicado en la Revista IDEELE (237)
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