Normalmente un camino de vida de fe exigente genera una selección de personas que se suman a un mismo proyecto y no lo hacen todos por distintas razones, ya sea tiempo, dedicación, prioridades, interés, y varios etc. Y ocurre que una experiencia de vida de fe desde una comunidad CVX suele ser algo o bastante más exigente que el hecho de no pertenecer a una comunidad o el quizás estar en una comunidad que básicamente es un grupo de amigos/as o es una extensión de la Eucaristía en la que se participa y se reúne uno a comentar, hacer una oración más extendida, rezar el rosario y poco más.
No menciono que esté bien o mal las características de otros grupos o comunidades de fe. El asunto es que una CVX suele resultar un poco más exigente, porque no sólo considera todo lo anterior sino que intenta incorporarlo a la luz de un accionar un poco más sistemático de vida de fe, acompañamiento, formación, experiencia regular de Ejercicios Espirituales, revisión de vida y otros elementos. Todo lo anterior, buscando centrarse en la misión, teniendo a Jesús como centro de nuestra experiencia, y buscando crecer como cuerpo apostólico de la Iglesia.
De allí que no es raro que en CVX seamos una suerte de elite en la que no participa toda la gente sino todos aquellos que “se dejan más afectar” por el seguimiento de Jesús, buscando darle más profundidad a su vida espiritual y trascendiendo el hecho de ser sólo amigos. Sin embargo, en ese proceso, algunas comunidades CVX podemos caer en dar una imagen de elite excluyente, de “sobrados”, de sentirnos “mejores” que otras comunidades… Y el propósito no es el estatus o la importancia que nos damos. Lo fundamental es la fidelidad al seguimiento de Jesús en nuestro camino de misión, la manera como crecemos en conocerlo y seguirlo como él nos pide obrar en consecuencia.
Hay que estar muy atentos siempre en comunicar adecuadamente nuestra vida y experiencia de fe. No es difícil que tendamos a generar pequeñas desviaciones sobre las cuales haya que volver a trabajar o considerar de mejor modo. Hasta cierto punto es normal que cosas así aparezcan. El problema es si no las corregimos a tiempo o adecuadamente.
En CVX queremos profundizar en nuestra vida espiritual, personal y social, desde el seguimiento de Jesús. Al modo e incorporando el discernimiento que nos propone San Ignacio de Loyola. De modo sencillo y alegre, aunque exigente y tomando más en serio nuestra vida cristiana. Pues, desde CVX buscamos profundizar el sentido de servicio en nuestras vidas. De cómo tener en cuenta mejor “al otro” (a los otros), especialmente a los más débiles o pobres, y saber salir a su encuentro.
Desde nuestra reflexión, en CVX crecemos como cristianos que no nos son indiferentes los problemas de los demás. Nos proponemos siempre el desarrollar un poco mejor la capacidad de escucha y paciencia hacia nuestros prójimos. Buscando e intentando llevar una vida más consciente del testimonio que nos corresponde dar de modo individual, comunitario y socialmente como ciudadanos. Con sentido de coherencia; reconociéndonos pecadores, sabiéndonos amados y seguidores de Cristo.
Desde nuestra experiencia cristiana no queremos dar lecciones a otros de bondad, de ser buenos o de cómo se deben “hacer bien las cosas”. Sin embargo, sí nos inscribimos en un camino de bien; de buscar obrar el bien. Pues, de modo amable y sencillo, queremos aprender a comunicar que el centro y sentido principal de nuestra vida está en amarnos los unos a los otros, como Jesús nos enseñó. Por tanto, una cuestión muy importante esta en amar cuanto uno realiza y hacerlo de la mejor manera y propósito, empezando por nuestro propio ser comunidad y compromiso que asumimos al ser parte de ella.
Lo anterior nos debe ayudar a crecer como Iglesia, a renovar la Iglesia que somos y que queremos ser. A construir un país más solidario, desde lo que somos y poniendo los medios que nos permitan un Perú nuevo, más grande, justo y mejor.
Guillermo Valera MorenoLima, 30 de agosto de 2016
No hay comentarios:
Publicar un comentario